Esta receta fue escrita por D. Gonzalo Avello para el famoso libro «La cocina práctica», de Manuel María Puga y Parga «Picadillo», publicado por primera vez en 1905 y que hace gala de una mezcla entre gastronomía y humor que lo define como excepcional y único.
Un oficial de Correos, que además de serlo es muy amigo mío, y que se pasa la vida yendo desde La Coruña a Venta de Baños y viceversa, me explica en una sustanciosa carta el modo de guisar en el departamento de Correos, aun cuando los guisos sean de alguna complicación.
He aquí unos párrafos de la carta aludida:
En Venta de Baños, un natural de Calabazanos, por un perro grande me pone en posesión de unos pimientos morrones del tamaño de un proyectil del 42. Continúa el tren conmigo y con los pimientos hasta Villalumbroso, en donde se abre la portezuela del departamento y el cartero me propone un negocio de compraventa, en virtud del cual, por una veinte, me entrega los cuatro palominos de que es portador. Concibo mi plan, y en Villada uno a mis anteriores compras dos chorizos de Trobajo y tres reales de jamón.
De nuevo el mixto en marcha, les hago ver a los volátiles el deber en que están de abandonar la vida, y al llegar a Grajal abandono el departamento en que voy y me interno en «Alfonso VIII», que así se llama la locomotora que nos conduce y previos los saludos de rúbrica a Servando el maquinista, someto los cadáveres a unas inhalaciones de vapor que los dejan a imitación del gallo de Morón: sin plumas; pero estos además no cacarean.
De nuevo en mi coche, procedo a internarme en los intestinos de los cándidos, quitándoles todo aquello y sustituyéndoselo por una mezcla preparada con el jamón, el chorizo, los hígados de los interfectos, cebolla, perejil y sal.
Sobre dos quinqués de aceite pongo una tartera con más aceite y allí rehogo los pichones cuando esta sin rancio. Una vez dorados, cada pichón pasa a ocupar el interior de un pimiento, y al aceite que queda en la tartera le añado un amasijo de pan frito, unas cuantas avellanas y una yema de huevo cocido, todo mezclado con un poco de vino blanco y un punto de nuez moscada, y en la mezcla coloco los rojizos ataúdes. Quito mecha y dejo que cueza todo lentamente.
En Palanquinos, mi compañero y yo procedemos a la consiguiente investigación, que no puede ser más satisfactoria. Hay después unas libaciones de vino del Barco de Valdeorras; mi compañero enciende un cigarrillo, yo me asomo, Servando hace sonar el silbato y el tren modera la marcha hasta detenerse en León, donde da fin la receta que me permito someter a su consideración participándole que si llego a verla publicada en la quinta edición de LA COCINA PRACTICA constituirá para mí una efemérides digna de codearse con el día en que la novia me dijo sí o aquel en que fui presentado a los señores de Anzobre.
Suyísimo,
Gonzalo Avello
En ruta a 13 de noviembre de 1916