«Help Yourself , and God will help you». ¿Se han enterado ustedes?. Pues está clarísimo: «A quien madruga, Dios le ayuda» y vamos a demostrároslo.
Esta mañana tuve de precisión que asistir al desfile de barrenderos, traperos, serenos y perros vagabundos, a los pocos pasos de García de Paredes 40 -mi casa que es la de ustedes (se suplica que de aceptar el ofrecimiento vayan uno cada día pues los aglomeramientos están prohibidos)-, y me encontré un amigo. Nos saludamos y mi amigo me dice: Vengo de cumplir con el precepto; te convido a desayunarte, si no lo has hecho, ¡tengo migas!…
Y, claro, quién contraría a un hombre que sale de la Basílica de los Paúles acompañado del Señor. Acepté. Nos pusimos nuevos de migas con café, con chocolate, y este servidor de usted las tomó hasta con mostaza, a las finas hierbas. ¿Cómo se hacen las migas?, pues muy sencillo.
Cogéis una libreta de pan, siendo preferible del día anterior, y la cortáis en cuadraditos pequeños, rociándolos bien con agua saladita y dejándolos prensaditos hasta el día siguiente.
A la hora del desayuno, ponéis una sartén con abundante aceite, y en él freís cuatro o cinco dientes de ajo, que sacaréis cuando estén bien quemados, momento en que echáis las migas, revolviéndolas continuamente hasta que hayan consumido el aceite y estén doraditas.
Hay mucha gente que le añade un poco de pimentón al aceite antes de añadir el pan.
Si sobre esto tuvierais alguna duda recurrid a algún cadete de infantería; las migas en dicha Academia son plato obligado.
Gonzalo Avello, 1925
(Foto: Amayita)