He aquí, un postre muy casero y barato, y cuya base es una umbelífera que almacena grandes reservas vitamínicas e ideal, por tanto, para los más pequeños.
Dado que, ojos que no ven, corazón que no sufre, es muy apropiado para niños melindrosos que aborrecen las verduras, como antaño la generación de postguerra, lo hacíamos con el aceite de hígado de bacalao con el que, nuestras madres y abuelas se empeñaban en torturarnos en aras de fortalecer nuestros enclenques cuerpecitos.
La receta es de mi nuera Kenia, una mineira de pura cepa (Estado brasileño de Minas Gerais), que es como decir aquí: ¡Eh que soy de Bilbao!